El tiempo vuela, y no nos damos cuenta hasta que miramos atrás

Publicado el 11/07/2025

A veces no somos conscientes de lo rápido que pasa el tiempo. Estamos tan metidos en la rutina que no lo notamos… hasta que un día, casi sin quererlo, miramos hacia atrás y todo ha cambiado.

Desde que abrimos las puertas de Bazar Oriental en el año 2022 han pasado ya más de 1.000 días. Y ahora, en pleno 2025, me doy cuenta de que la tienda se ha convertido en un pequeño testigo silencioso del paso del tiempo.

Lo que he visto en estos años

Estos años en la tienda me han dejado muchas escenas grabadas en la memoria. Algunas han sido bonitas, otras más duras, pero todas me recuerdan lo fugaz que es la vida.

Familias que crecen

Recuerdo a mujeres que entraban por primera vez sin barriga, sin cochecitos, simplemente a curiosear entre los pasillos. Luego, con el paso del tiempo, volvían embarazadas, con la emoción y los nervios reflejados en el rostro. Poco después regresaban de nuevo, esta vez con sus bebés en carritos, con esas caritas pequeñas que miran todo con ojos curiosos. Y ahora, esos mismos niños que antes venían dormidos en sus cochecitos ya corren por la tienda, juegan entre las estanterías y llenan el espacio de risas y carreras.

Personas que ya no están

También he visto a clientes mayores que venían casi cada semana, con su compra habitual y esa charla que ya formaba parte de la rutina. Un día, de repente, dejaron de venir. Y tiempo después, alguien me contaba, con cierta tristeza, que habían fallecido. La ausencia se nota, aunque a veces no queramos mirarla de frente.

Historias de amor que se acaban

He sido testigo, sin quererlo, de historias de amor que parecían eternas. Parejas que solían venir juntas, de la mano, riendo y escogiendo cosas para su casa. Hoy, sin embargo, alguno de ellos viene solo, o ya ni siquiera aparecen por aquí. Algunos incluso entran por separado, como si nunca hubieran compartido nada.

La salud también cambia

La tienda también me ha mostrado cómo la salud cambia con el tiempo.

Hay clientes que antes venían llenos de energía, con paso firme y mirada alegre. Hoy, en cambio, entran más despacio, con el rostro cansado, algunos apoyados en muletas, otros luchando contra enfermedades que antes no tenían.

Algunos ya ni siquiera vuelven. Clientes mayores que antes eran habituales, que siempre tenían una palabra amable o una pequeña historia que contar, dejaron de venir de un día para otro. Y con el tiempo, alguien me acababa diciendo, con un suspiro, que habían fallecido.

La salud también es una de esas cosas que el tiempo nos va quitando, poco a poco, sin avisar.

Una reflexión inevitable

Todo esto me hace pensar en lo rápido que pasa la vida.

Cada día, la tienda me lo recuerda, como si fuera un espejo del paso del tiempo. Cada cliente, cada historia, cada rostro que cruza la puerta me enseña que nada es para siempre, que todo cambia, aunque no nos demos cuenta.

Por eso intento no olvidar algo importante:
Lo único que realmente tenemos es el presente.

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