Un día en la playa de Sitges: multas, duchas con forma de seta y un pequeño susto
Publicado el 22/05/2025
El 1 de mayo, Día del Trabajador, decidimos hacer una escapadita a la playa de Sitges para desconectar un poco. Llegamos pronto y conseguimos aparcar bastante cerca de la arena, en zona azul. Como era festivo, pensamos que no pasaba nada por no pagar el parquímetro… ¡pero vaya si pasaba! Al final nos cascaron una multa por no haber sacado el ticket. Así que empezamos el día con el primer disgusto.
Fuimos directos a la orilla, y mientras paseábamos vimos tres carteles que nos llamaron bastante la atención. El primero avisaba de que no se podía ni vender ni comprar productos de vendedores ambulantes. O sea, que si compras también estás cometiendo una ilegalidad. Me pareció una norma un poco exagerada, sobre todo porque mete en el mismo saco al que vende y al que compra.
Otro cartel indicaba que los perros no podían estar en la playa desde Semana Santa hasta octubre. Aun así, había varios perros correteando por allí como si nada. Está claro que más de uno pasa olímpicamente de las normas.
El tercer cartel era un mapa de la playa con los servicios. Lo mejor es que cada tramo tiene su propio baño público. Y sí, los usé. Me pareció genial porque si no hay WC, te toca entrar a algún bar a pedir el favor o consumir algo solo para ir al baño. Parece un detalle sin importancia, pero tener baños cerca en la playa es un puntazo.
Cuando llegamos, sobre las 10 de la mañana, la playa estaba casi vacía. Me extrañó bastante siendo festivo, pero claro, era temprano. Con el paso de las horas fue llegando más gente hasta llenarse poco a poco.
La playa está dividida en zonas por espigones y algo curioso que vimos es que las duchas para quitarte la arena tienen forma de seta, súper original.
Después nos fuimos paseando hacia la famosa iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, y por el camino nos topamos con dos estatuas de bronce de Santiago Rusiñol y Ramon Casas, muy conocidas en Sitges. En el caballete que acompaña a las figuras hay una poesía grabada, un detalle muy chulo.
Un poco más adelante llegamos a la iglesia, que es preciosa y está justo enfrente del mar. Es uno de esos sitios que te transporta a otra época.
La parte más fea del día vino al final. Al volver, llevaba a mi hijo mayor en brazos y al pisar un pequeño desnivel en el suelo, tropecé y me caí. Él salió despedido hacia delante y se dio un golpe en la cara, cerca del ojo. Por suerte fue solo un rasguño, pero yo me hice bastante daño. Me torcí el tobillo y acabó siendo un esguince. A pesar del dolor, pude conducir de vuelta a casa, aunque no fue fácil...